Anoche sostenía entre mis brazos a mi niño que asombrado miraba al cielo, saludaba y tiraba besos al aire, mientras que a mí y a su mamá se nos escapaban lágrimas de emoción y mezcladas con recuerdo de nuestras infancias.
Esta vez, por una genialidad y el buen corazón inspirado en el espíritu familiar que lo rodea, Papá Noel voló en un trineo y surcó una parte del cielo bellvillense con luces destellantes.
El cielo se prestó para que la figura resaltara a primera vista, convenciendo hasta el más incrédulo que ¡Papá Noel existe!, que pasó recogiendo las cartas para que entre la Nochebuena y Navidad deje el regalo esperado u otro adaptado a la gran demanda.
También con mi esposa le pedimos por los niños que sufren en el mundo y por nuestra Patria, para que nos traiga el regalo de la paz, el entendimiento y la fraternidad.
Con gestos como el descripto, será interminable la ilusión, felicidad, diversión y alegría no solo en los chicos, sino también en los mayores que en nuestro corazón llevamos ese niño que nos mantiene en la esperanza de un mundo mejor para todos.
Él, con su trineo y saludos desde lo alto, nos invita a “vivir la Navidad como un niño” y para él, el mejor regalo ya lo tuvo anoche de manera anticipada: Un enorme Gracias de las familias y la sonrisa y asombro de los pequeños, más las lágrimas y nostalgias de los mayores que nos motivan a mantener este espíritu festivo, a pesar de todo.
En un diálogo imaginario contestando uno de los tantos agradecimientos recibidos, expresó: “Ahora te digo de corazón y como amigo yo lo único que hice fue volar; el resto y te juro porque así lo sentí, fue la magia y la ilusión tan grande que se generó”.
Con acciones como estas, que vivan eternamente el amor, la inocencia, la ilusión y la compasión.